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21.4.15

Las venas abiertas y la noticia (no) deseada

"La noticia deseada" es un concepto patentado por el periodista argentino Miguel Wiñazki, quien sostiene que hay noticias que el público quiere oír y otras que no, y que muchas veces el periodismo, en su afán de vender y ganar audiencia, apela a "las noticias deseadas" en detrimento de la verdad. El rigor, la exactitud, los hechos, todo queda de lado para dar la noticia que la gente quiere oír.
Lo padecí con el libro sobre la carrera en Uruguay de Víctor Hugo Morales: una cantidad de papanatas salieron a condenarlo y a firmar solicitadas de repudio sin haberlo leído, solo porque iba contra su noticia deseada, contra el mundo tal como quieren que sea.
Con Eduardo Galeano pasa algo parecido en estos días.
El escritor, en su último período de vida, renegó del rigor de su obra más famosa, Las venas abiertas de América Latina.
En un congreso literario en Brasilia, en mayo de 2014, dijo respecto a su libro: 
"Yo no tenía la información necesaria. No estoy arrepentido de haberlo escrito, pero fue una etapa que, para mí, está superada. El libro fue escrito sin conocer debidamente de economía y política".
También agregó que no volvería a leer Las venas abiertas...:
“No sería capaz de leer el libro de nuevo. Para mí, esta prosa de la izquierda tradicional es pesadísima. Mi físico no lo aguantaría. Caería desmayado”.
No fue una "noticia deseada".
Es notable como en estos días, intelectuales, académicos, políticos, militantes y periodistas hacen como que el sinceramiento de Galeano nunca hubiera ocurrido.
En Twitter al miles de ejemplos al respecto:



En Bolivia, un director teatral inició una campaña para que "Las venas abiertas...." sea distribuido masivamente entre todos los estudiantes de Secundaria.



En Argentina, al morir Galeano, el diario La Nación dedicó un artículo a Las venas abiertas.... Su autora, Ana María Vara, escribió que Galeano "estaba cansado de hablar de Las venas... Ya no se sentía cerca de esa forma de escritura y, como todo artista que se renueva, quería cantar sus nuevas canciones".
Es decir, Galeano estaba un poco aburrido de su libro, como le pasa a las estrellas de rock que llevan décadas cantando los mismos temas. Pero eso no había sido todo lo que el escritor había dicho. Lo que había expresado era que no sabía lo suficiente de economía y de política cuando escribió un libro que trata esencialmente de economía y política.
La noticia deseada.
´
Hace muchos años, cuando trabajaba en la revista Tres, escribí un reportaje sobre la influencia de los charrúas en el Uruguay actual. Debí leer muchos libros, entrevistar a especialistas, historiadores, antropólogos y también a militantes de la causa indígena.
Entre todo lo que leí, había un texto de Galeano sobre el triste destino de los cuatro charrúas llevados a París para ser exhibidos como rarezas ante los europeos. Está incluido en Memorias del Fuego. Es un texto breve, contundente, conmovedor, con la prosa ágil y sugestiva tradicional de Galeano. Tiene el timing y el punch exactos, el golpe de efecto preciso, todos recursos que Galeano siempre manejó con maestría.
Pero lo que dice no es exactamente la realidad. Tampoco es falso o mentira. Pero en muchos datos hay un detalle, una conjetura, una omisión más o menos relevante. Al final, la suma de todas esos desajustes con la realidad, terminan por conformar una realidad diferente. No sé si soy claro. Pueden leer aquí lo que escribí entonces sobre ese pequeño texto y entenderán mejor a qué me refiero.
Años después, una editorial con la que yo ya había publicado un libro, me planteó que escribiera otro. Le propuse una idea a la editora, una mujer joven. Le mostré mi breve artículo sobre Galeano y los charrúas y le dije:
-Hagamos lo mismo con Las venas abiertas de América Latina. Tomemos el texto y busquemos si los datos están correctos, si hay imprecisiones, sesgos, omisiones pequeñas o importantes.
Me miró con cara de horror.
"Yo amo a Galeano", dijo. "Y vos estás loco. ¿Cuál sería el sentido de ese libro? ¿Querés que te odie todo el mundo?".
Pocas veces recibí un rechazo tan tajante. Si había una noticia allí, insistió la editora con otras palabras, sería una noticia no deseada.
Tenía mucha razón.
No se la han creído ni al propio Galeano.

22.3.09

Los últimos charrúas: siete diferencias

Los relatos sobre los charrúas suelen no ajustarse exactamente a los hechos comprobados. Por ejemplo, el siguiente texto de Eduardo Galeano de las Memorias del Fuego.

“En las puntas del Queguay, la caballería del general Rivera ha culminado, con buena puntería, la obra civilizadora. Ya no queda ni un indio vivo en el Uruguay (1). El gobierno dona los cuatro últimos charrúas a la Academia de Ciencias Naturales de París (2). Los despacha en la bodega de un barco, en calidad de equipaje, entre los demás bultos y valijas (3). El público francés paga entrada para ver a los salvajes, raras muestras de una raza extinguida. Los científicos anotan gestos, costumbres y medidas antropométricas; de la forma de los cráneos, deducen la escasa inteligencia y el carácter violento.
Antes de un par de meses, los indios se dejan morir (4). Los académicos disputan los cadáveres. Solamente sobrevive el guerrero Tacuabé, que huye con su hija recién nacida, llega quién sabe cómo hasta la ciudad de Lyon y se desvanece (5).
Tacuabé era el que hacía música (6). La hacía en el museo, cuando se iba el público. Frotaba el arco con una varita mojada en saliva y arrancaba dulces vibraciones a la cuerda de crines. Los franceses que lo espiaron desde atrás de las cortinas cuentan que creaba sonidos muy suaves, apagados, casi inaudibles, como si estuviera conversando en secreto (7)”.

(1) Durante varios años sobrevivieron grupos pequeños de charrúas libres, que incluyeron a los caciques Rondó, Brown y Sepé. Más de 20 años después de aquellas matanzas Sepé vivía junto a una decena de charrúas en una toldería en Tacuarembó.
(2) No eran los últimos. Además de los que se mantenían libres, otros estaban presos o habían sido entregados para ser “civilizados” a familias de toda la república.
(3) No hay ningún documento que relate cómo fue el viaje.
(4) Senaqué murió dos meses después de llegar a Francia. Vaimaca Perú vivió allí más de cinco meses. Guyunusa sobrevivió un año, un mes y nueve días. Tenía una hija de diez meses y no se dejó morir, murió de tuberculosis.
(5) Se sabe que Tacuabé llegó a Lyon junto con Guyunusa y su hija porque allí los llevó el “empresario” que los exhibía. El francés tenía pensado ir a Estrasburgo, pero tuvo que cambiar de destino porque en esa ciudad había un fuerte movimiento en pro de la libertad de los charrúas. Fueron a Lyon y allí murió Guyunusa. Luego Tacuabé escapó con la niña.
(6) También tiró un gato al fuego para divertirse.
(7) Más allá de la intención de quien lo ejecuta, el llamado arco de Tacuabé, por ser un instrumento sin caja de resonancia, únicamente permite obtener sonidos casi inaudibles.

Publicado en la revista Tres, 20 de marzo de 1998.
el.informante.blog@gmail.com

18.10.07

Cuando el Che mandó parar y no le hicieron caso

El Che Guevara llegó a Uruguay el 2 de agosto de 1961, cuando caía la banda del “Mincho” Martincorena. Venía para participar participar de la asamblea de Consejo Interamericano Económico y Social (CIES) en Punta del Este. Era el ministro de Industria de Cuba.
En 1997, cuando trabajaba en la revista Tres, revisé la prensa entera para reconstruir aquella visita del Che. Lo que encontré (se publicó el 9 de mayo de ese año) fue sorprendente.
Guevara llegó a Uruguay junto con Dick Farney pero, a diferencia de lo ocurrido con “el astro de la canción brasileña”, los diarios grandes no informaron de su llegada.
Recién dos días después El País escribió: “las convenciones internacionales nos obligarán a recibir por unos días, en tierras de Artigas, a esa excrecencia”.
El Día dio la noticia el 12 de agosto, cuando el CIES ya había empezado a sesionar: “Arribó al país, el pasado 2 de agosto, uno de los principales verdugos del pueblo cubano (...) Esta fiera ensangrentada, cuya crueldad sufre todo un pueblo amigo, no bien llegó a Punta del Este, se instaló en una residencia reservada al estilo de un Hitler, un Mussolini, un Kruschev”.
La presencia del Che provocó un enorme entusiasmo en la juventud izquierdista. Un grupo de muchachos se fue caminando desde Montevideo a Punta del Este sólo para verlo. El hoy actor Pepe Vázquez era uno de ellos.
La conferencia del CIES se inauguró el 4 de agosto y el periodista Walter Arias Zunino describió así en El Día la presencia del Che: “Con un gesto hasta de burla, siguió desde el palco los acontecimientos en una posición indolente, escudado y agasajado por los esbirros que lo rodean. Barbudo, de cabellos no muy cuidados, pese a que el uniforme que vestía estaba ordenado, recientemente planchado, a ojos vistas, dejó el Che una sensación de desprolijidad y ordinariez”.
El 8 de agosto, Guevara habló por primera vez en la conferencia. Estados Unidos ofrecía financiar obras de saneamiento en América Latina y él se burló de “la revolución de las letrinas”.
Habló más de dos horas. El País dijo que habrían bastado diez minutos. “Guevara no pasa de ser una mediocridad”, señaló el cronista M.A. El Día apenas consignó que la sala estaba llena de colados que miraban al Che con las “caras extasiadas”. Entre los extasiados estaba Ángel Rama, que escribió en la izquierdista Marcha que el Che era un “improvisado fiscal” que demolía todas las mentiras.
Guevara también defendió la revolución pero, sorprendentemente, no la consideró un camino excluyente: “Hemos previsto y diagnosticado la revolución social en América (...) Pero si el camino de los pueblos se quiere llevar a través de este desarrollo armónico, por préstamos a largo plazo con intereses bajos, como anunció el señor Dillon, a 50 años de plazo, también nosotros estamos de acuerdo”.
Ni El Día, ni El País, ni Marcha citaron ese párrafo.

Desagravio al mate

Lejos de todo aquel maniqueismo, el presidente del Consejo Nacional de Gobierno (Uruguay tenía gobierno colegiado), Eduardo Víctor Haedo, invitó a Guevara a tomar mate en La Azotea, su casa en Punta del Este. El Che fue todas las mañanas mientras estuvo en el balneario.
Las fotos son muy conocidas. Pero el presidente del gobierno uruguayo fue muy criticado por tomar mate con el Che. El Día dijo que Haedo se regodeaba reuniéndose con “seres inferiores”, “rufianes internacionales, la expresión más baja del crimen”. Benito Nardone (“Chicotazo”), también integrante del Consejo Nacional de Gobierno, organizó días después un gigantesco acto de desagravio al mate.
El 9 de agosto, Guevara dio una conferencia de prensa en el hotel Playa. El País y El Día no publicaron una línea, Marcha sí. La crónica la escribió Eduardo Galeano. Cuenta que cuando al Che le preguntaron cuándo habría elecciones en Cuba, respondió:
-Hasta ahora el pueblo nunca pidió elecciones.
-¿Y eso cómo lo sabe?
-Bueno: lo decide un millón de personas en la plaza pública.
Galeano narra que en su crónica omitió “mucha cosa boba que el Che apenas si se dignaba a contestar a la pasada y que no vale la pena ni reproducir aquí”. Como la conferencia fue, años después, reproducida en libros y en la revista La Maga, podemos saber cuáles fueron esas omisiones. Una de ellas fue una pregunta del diario El Heraldo de Florida.
-Doctor Guevara: ¿me puede decir las razones por las cuales a los trotskistas de Cuba se les han quitado los medios de expresión, se les ha confiscado la imprenta?
-¿A los trotskistas? Mire, hubo una pequeña imprenta que publicaba un semanario que tuvo algunos problemas con nosotros, y tomamos algunas medidas administrativas, porque no tenían ni papel, ni permiso para usar papel, ni imprenta ni nada; y simplemente resolvimos que no era prudente que siguiera el trotskismo llamando a la subversión.
El 16 de agosto, el Che habló por última vez en la conferencia del CIES y pronosticó “guerras civiles” en toda América Latina, guerras de las cuales Cuba “no será responsable”, guerras que comenzarían inevitablemente en las zonas más agrestes e inaccesibles del campo: el Che Guevara nunca creyó en la guerrilla urbana.
Ángel Rama escribió en Marcha que aquel fue un “discurso profético”: “Todos vimos pasar una historia futura que se desmorona sobre nosotros en forma implacable”.

Algo que cuidar

Guevara llegó a Montevideo el 17 de agosto de 1961 para hablar en la Universidad. César Batlle Pacheco, integrante del Consejo Nacional de Gobierno, pidió que se lo declarara “indeseable” porque el mismísimo “Mincho” Martincorena era un santo al lado de “un señor que ostenta en su vida 580 o 590 asesinatos conocidos”.
Una multitud entusiasmada fue al paraninfo a oír al Che pregonar la revolución.
Según una reproducción que hizo años después Cuadernos de Marcha –en 1967- el discurso de Guevara fue interrumpido 39 veces por el público: 30 por “aplausos”, tres por “gritos”, dos por “aplausos prolongados”, tres por “grandes aplausos” y una por “silbidos”: reforma agraria (aplausos), créditos de la Unión Soviética (grandes aplausos), bloqueo norteamericano (silbidos). En cambio, hubo un extenso pasaje que transcurrió en silencio. Sin interrupciones.
Dijo:
“Y nosotros –les podrá parecer extraño que hablemos así, pero es cierto- nosotros iniciamos el camino de la lucha armada, un camino muy triste, muy doloroso, que sembró de muertos todo el territorio nacional, cuando no se pudo hacer otra cosa. Tengo las pretensiones personales de decir que conozco América (...) y puedo asegurarles que en nuestra América, en las condiciones actuales, no se da un país donde, como en el Uruguay, se permitan las manifestaciones de las ideas.
Se tendrá una manera de pensar u otra, y es lógico; y yo sé que los miembros del gobierno del Uruguay no están de acuerdo con nuestras ideas. Sin embargo, nos permiten la expresión de estas ideas aquí en el Uruguay (...) De tal forma que eso es algo que no se logra, ni mucho menos, en los países de América.
Ustedes tienen algo que cuidar, que es precisamente, la posibilidad de expresar sus ideas, la posibilidad de avanzar por cauces democráticos hasta donde se pueda ir; la posibilidad, en fin, de ir creando esas condiciones que todos esperamos algún día se logren en América, para que podamos ser todos hermanos, para que no haya explotación del hombre por el hombre”.
Recién ahí el público volvió a aplaudir. Pero sobreponiendo su voz a los aplausos, el Che siguió: “...lo que no en todos lados sucederá lo mismo, sin derramamiento de sangre, sin que se produzca nada de lo que se produjo en Cuba, que es cuando se empieza el primer disparo, nunca se sabe cuándo será el último”.
Ni El Día, ni El País, ni Marcha reprodujeron este pasaje.
Para unos, la cita no coincidía con la imagen de “fiera ensangrentada” que habían publicitado. Para otros, era muy incómoda porque ya comenzaba el coqueteo con la lucha armada; demoler la democracia uruguaya era la consigna.
Unos y otros apostaban a la radicalización. Todo era blanco o negro.
Nada de lo que nos pasó fue casualidad.

Ingenuo y equivocado

Cuando Guevara se iba de la Universidad se oyeron disparos. Las balas, con seguridad destinadas a matar al Che (se ha acusado a la CIA del atentado) asesinaron a Arbelio Ramírez, un profesor de historia de 43 años.
El atentado, que nunca se aclaró, sirvió a la izquierda radicalizada para sepultar en el olvido el llamado del Che a cuidar la democracia uruguaya. Apenas un año y diez meses después de su discurso en la Universidad, los tupamaros asaltaban un club de tiro en Colonia Suiza en procura de armas para su revolución.
No había ninguna dictadura en Uruguay. Tampoco era presidente Jorge Pacheco Areco, como se le ha hecho creer a los jóvenes. El gobierno seguía siendo colegiado, con mayoría del Partido Nacional y presidido por Daniel Fernández Crespo.
El líder tupamaro Mauricio Rosencof dijo en aquella nota en la revista Tres que él ya sabía que el Che no apoyaba la lucha armada en Uruguay. Pero él seguía a Raúl Sendic, que ya soñaba con ella ¡a mediados de los años 50!
Eleuterio Fernández Huidobro ha dicho que la visión del Che sobre Uruguay era equivocada e ingenua.
Qué curioso. A juzgar por los resultados a la vista, yo pensaba que los que se habían equivocado eran otros.
Por que la lucha armada en Uruguay demostró ser “un camino muy triste, muy doloroso, que sembró de muertos todo el territorio nacional” y cuyas consecuencias aún estamos pagando. No había una dictadura que lo justificara, como advirtió el Che en la Universidad. La democracia era la misma que hoy, con una sola diferencia.
En aquellos años 60, para que los montevideanos pudieran ver un ejemplo vivo de miseria había que traer a un cañero desde Artigas: por eso Sendic organizaba las marchas cañeras.
Hoy, luego de la revolución tupamara y todo lo que vino después, con Rosencof, Mujica y Fernández Huidobro en el gobierno, para ver pasar la miseria basta con pararse cinco minutos en cualquier esquina.

Publicado en el diario Plan B el 12 de octubre de 2007.

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